Me dejas.
No necesito que me lo expliques, algo que he
aprendido observando al viento que no espera
a que lo toquen, es que con él no se juega, así
como no se debe jugar con el tiempo. Has sido
irresponsable, desmesurado y engreído conmigo.
Y de alguna manera entiendo que me necesitas
como se necesitan las pólizas de seguro: para
el futuro. A lo mejor luego lo lamentes, o tal vez
no. En este camino, la única certeza que atesoro,
es que el tiempo no se repite, ni juega a dar
zancadas en reversa. Tengo claro que esto que
ahora no quieres, mañana yo tampoco lo querré;
no es por orgullo ni rencor, es más como por
entender que las piezas rotas se recomponen,
pero jamás por las mismas manos que las
destruyó; siempre hay que llevar los pedazos
a un taller, a un profesional, y no considero
que tú seas el indicado para ello.
La vida tiene un patrón impreciso,
y de repente, los juegos de azar son
imperdonables cuando de dañar
un corazón se trata, pero te puedo perdonar,
estoy segura de que lo haré, sólo que cada
vez que baje la mirada a mi pecho, veré unas
invisibles e impalpables cicatrices, y en ellas
descubriré la razón por la cual no volveré,
algunos le llamaran amor propio, pero por
antonomasia preferiré llamarle ganas de vivir.
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